El club de las malabaristas

El arte de lo importante

 

El último examen de gimnasia de mi hijo pequeño consistía en hacer malabares con cuatro pelotas.

A mí me hacían saltar el potro pero no me tocaron los malabares, aunque de mayor ¡Vaya si aprendí!

Como te contaba en una de mis newsletters, mi hijo estuvo practicando para el examen primero con una pelota, luego con dos, y finalmente con tres. Pero cuando llegó a la cuarta, ¡Ayyyyy la cuarta! Simplemente no podía mantenerlas en el aire, sobraban las pelotas. Pero, en lugar de frustrarse, decidió soltar esa cuarta pelota y concentrarse en lo que podía hacer bien sin presión. ¿El resultado? Sacó un ocho y estaba súper contento.

Mientras miraba a mi hijo como practicaba para su examen, y de vez en cuando también lo intentaba yo, recordé un artículo de Tiffany Dufu, autora de Drop the Ball: Achieving More by Doing Less (Dejar caer la bola: Lograr más haciendo menos) que hace una analogía entre la vida de las mujeres y estos ejercicios de acrobacia.

 El texto –al que en ese momento no le presté atención por estar como un pulpo haciendo varias cosas a la vez– planteaba que a muchas de nosotras nos aterroriza dejar caer la pelota: la pelota profesional, la pelota familiar, la pelota de la amistad.  Pero que, a menudo, nuestras expectativas sobre nosotras mismas son simplemente poco realistas y por tanto hacía una invitación a decidir qué es realmente digno de nuestro tiempo.

“Tiene que ver con que históricamente se nos ha planteado esa capacidad de hacer muchas cosas a la vez, como una cualidad propia de nuestro género y eso a la larga termina por ponernos mucha presión, porque no necesariamente eres mejor porque haces más cosas pero nos lo hemos creído.

Todo esto me recordó a que cuando yo comencé a soltar algunas pelotas, me di cuenta de que no pasaba nada: mis hijos siguieron creciendo, no perdí mi trabajo, mi familia no me dejó de querer…

Me di cuenta de que toda la presión que sentía de ser todo para todos, y de hacerlo sin problemas, era ridícula. 

Para mí, dejar caer la pelota ahora significa dejar de lado esas expectativas poco realistas y que además no me aportaban nada bueno, sino al contrario”

Sin embargo, no es fácil lograrlo. “Definir qué es lo más importante –para luego elegir lo que vamos a dejar caer– en una sociedad que nos dice implícitamente que el éxito está en lograr hacer bien todo, puede ser complejo y nos acerca a sensaciones como el miedo y la ansiedad. Pero es un buen ejercicio, porque nos permite concentrarnos en lo que realmente nos aporta, no solo materialmente, sino que de manera integral a nuestra vida”,

 Y es que muchas veces definimos el éxito a partir de las experiencias de otras personas, en mi caso mi madre, que fue una exitosa profesional y madre, y entonces comprendí –erradamente– que yo también tenía que cumplir con eso.

En el ejercicio de encontrar bolas para dejar caer, es necesario preguntarse si todo lo que hacemos a diario debería estar ocupando nuestro tiempo.

Te invito a preguntarte: ¿Me alegra esta tarea? ¿Es esta una tarea esencial, en relación con lo que más me importa? ¿Hago esto realmente bien con poco esfuerzo? ¿Es esto algo que solo yo puedo hacer o podría delegarse en otra persona?  Esto último es importante porque estamos tan acostumbradas a hacer todo y especialmente a intentar hacer todo bien, que asumimos tareas sin cuestionar si deberían estar usando parte de nuestro tiempo.

Sin embargo, es necesario entender que todo lo que hagamos puede ser un aporte de nuestra vida, desde el trabajo hasta el tiempo de ocio y en ese sentido es bueno tener claro que aunque podamos hacer algo bien o más rápido no significa que eso deba ser parte de nuestras tareas”.

En ese sentido, si tu respuesta a las preguntas que te planteo es no, entonces se trata de una tarea que podemos dejar ir. O siguiendo la analogía, una pelota que podemos dejar caer.

En la misma línea, el pedir ayuda y el aprender a decir que no, también son cuestiones que aportan a la idea de hacer menos y lograr más. 

Sobre todo en las mujeres, el pedir ayuda es una muestra de vulnerabilidad. Tiene que ver con esa misma idea de creer que podemos o que debemos poder con todo. Sentirse vulnerable no es fácil y entonces, para evitarlo, preferimos no pedir ayuda aunque a veces las redes de apoyo estén disponibles.

Sin embargo, la ayuda, especialmente cuando se trata de crianza, no solo es beneficiosa, sino que también es necesaria. Es una etapa que se debe vivir en compañía porque de lo contrario el peso es tan fuerte que puede enfermarnos. Cada vez que nos regalamos la posibilidad de ser vulnerables y sintonizar con nuestras emociones, hablar de ellas y pedir ayuda, estamos cuidando nuestra mente y corazón. Porque cuidándonos evitamos ser una carga para nuestros hijos, carga que no les corresponde. (Pero éste es otro melón por abrir que merece su propio artículo).

Al final, si sueltas una pelota, alguien más la tiene que agarrar para que la acrobacia funcione.

Y por último tener en cuenta que el día solo tiene 24 horas y que por lo tanto debemos ajustarnos a ello.

Cuando reiteradamente vamos dejando pendientes de un día para otro porque no nos alcanza el tiempo, lo que estamos haciendo es hacer crecer una bola de nieve que en algún momento va a caer sobre nosotras mismas. 

Aprender a decir que no es fundamental para que eso no pase, y sobre todo entender que si decimos que no, no somos menos eficientes, todo lo contrario. Implica poner límites que te permitan incluso cumplir de mejor manera las tareas impuestas.  

Y ahora te toca a ti:

Deja por aquí abajo tus comentarios sobre este tema: si sabes lo que es realmente importante, si dices a veces que no, si pides ayuda…o qué necesitas para soltar algunas pelotas que te están sobrando y te daré alguna herramienta para que pongas en práctica por si te ayuda.

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